
Los artículos de los periódicos a menudo pregonan las “maravillas” de las investigaciones psicofarmacéuticas actuales para el tratamiento de los “problemas” y “discapacidades” emocionales y de aprendizaje que tienen los niños.
Parecen razonables. Parecen convincentes. La ciencia conquista de nuevo nuestro universo material para el beneficio del género humano. ¿Sería posible que alguien objetara la posibilidad de hacer que quienes tienen problemas tuvieran una vida normal?